MADRID
DIGITAL
El primer
impacto es sobrecogedor. Enfrentarse a la cotidianidad entre una gran factoría
de humo y asfalto nubla las mentes sumergidas en un ambiente machaconamente
sórdido. Bajo tierra es peor. Masas de cautivos se arremolinan en
desplazamientos subterráneos transportados en viajes de ida y vuelta sin
destino final día tras día.
Y todo el mismo día en que el tribunal de tribunales, con inusitada celeridad, oficia una liturgia legal como sumo sanedrín de la Constitución, una diosa moderna de planteamientos sagrados que impone sus designios sin posible discusión. Queda claro que la ley de leyes no permite opinar ni votar más allá de lo estrictamente necesario en cuestiones como la determinación o el color de las banderas. La actualidad es dominada además por los deleznables detalles relacionados con las maníacas actividades de un presunto pederasta. Una jornada enlutada por la muerte de un super-exministro, que desde el poder se lanzó a desrumasizar España para luego convertirse en paradigma del triunfo del nuevo capitalismo de revista.
Mientras, las lecciones del taller avanzan aportando útiles recursos para afrontar una larga travesía tecnológica que no ha hecho más que empezar y que ya nunca llegará a tocar puerto, ante los inmensos océanos de conocimiento donde debemos navegar solos pero impulsados con decisión por la brisa de la curiosidad. Las similitudes entre la súper red y una enorme metrópoli son evidentes; hay que aprender sus reglas para poder disfrutarla y aprovechar su enorme potencial de acción, empleando toda la creatividad que emana de la imaginación más desbordante. Junto a las utilidades y aspectos más previsibles, la selva urbana oculta islas de color y sabor a naturaleza.
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