martes, 8 de abril de 2014

El día del cambio... y a mí qué



Los adivinadores que tematizan muchas cadenas de la parrilla digital aseguran conocer detalles inesperados del futuro de sus adictos clientes. En lugar de leer en las líneas de la mano y observar en qué orden caen las cartas de la baraja, los científicos estudian los hechos, los analizan y cotejan para elaborar complicados cálculos y modelos que contribuyan a establecer un posible augurio del devenir del planeta. Toda previsión y anticipación en el tiempo tiene su porcentaje de error que se incrementa cuando el período a analizar incluye miles de años en el pasado y su continuidad en siglos posteriores. A diferencia de los engaños que esconden muchos adivinadores de la pantalla sentados frente a su bola de cristal, las previsiones de los científicos son comprobables por todos y se palpan no sólo en recónditos parajes helados o exóticas selvas tropicales sino a la puerta de casa. El día del cambio (climático) es hoy y no mañana. Les fenómenos extremos se suceden con avances de olas polares, tempestades, inundaciones en el norte de Europa y sequias extremas en la cuenca mediterránea. Unos cambios que afectan a los cultivos, al régimen de lluvias y, aunque no lo crean, a los muchos adictos a los discursos de la teletienda. Y a mí qué… responden muchos ávidos telespectadores, ansiosos por acceder a contenidos más indulgentes, mientras cambian de canal cuando el panel de expertos de la ONU anuncia un incremento de entre 2 y 4 grados de la temperatura media del planeta para el próximo siglo. Un pequeño paso para un aparato de aire acondicionado pero un gran salto al vacío para la Humanidad. El delicado equilibrio que permite la vida tal y como la conocemos en el planeta Tierra depende de unos grados más o menos. La diferencia supone la desaparición de numerosas especies en muchos lugares de nuestro mundo y entre ellas la humana. La sed y el hambre empujan millones de personas a desplazarse y contribuyen a variar la temperatura del PIB mundial. Los que mejor saben aprovechar las bondades del cambio en su favor son los de siempre. Dirigentes políticos globales claman contra un mal incurable que está matando el clima a causa de los malos comportamientos de sus súbditos, a quienes hay que adoctrinar para que tiren la basura donde toca y piensen menos a quién votan. Grandes multinacionales se lavan la cara mientras sus obras avanzan entre bosques mutilados y parajes sosteniblemente destruidos para continuar haciendo negocio. La actividad humana ha cambiado más la faz de la Tierra en un siglo que en miles de años anteriores, pero cada vez queda menos espacio por devorar y la situación se hace más irrespirable. A nadie parece importarle de verdad pero esto se acaba y posiblemente mucho antes de lo que puedan augurar los gurús de la televidencia.

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