miércoles, 23 de abril de 2014

Atrapadas



Irán e Iraq llegaron a un acuerdo para firmar la paz en verano de 1988. Habían pasado ocho años y un millón de muertos desde el inicio de una guerra alimentada con los arsenales de armas occidentales entre el ego de Sadam Husein, bendecido por sus amigos norteamericanos, y el régimen ultraintegrista de Jomeini a causa de una disputa territorial que acabó en empate técnico. 

En un mundo instalado cómodamente en una guerra fría global entre dos grandes bloques, a mediados de la década había surgido entre el hielo ruso un nuevo dirigente dispuesto a iniciar la glasnost (deshielo) en la URSS. Mientras profundizaba en sus reformas, Mijaíl Gorbachov fue nombrado en octubre máximo dirigente del Presidium del Sóviet Supremo, ese mismo mes se enfrentaría a una inesperada crisis que le llevaría a colaborar con su antagonista, el presidente de los EUA y actor retirado Ronald Reagan, juntos sacarían una buena tajada de una formidable operación de imagen montada entre el hielo de Alaska. Allí, en la zona más septentrional del continente americano una familia de ballenas grises quedó atrapada por el frío en su anual ruta otoñal. Una súbita bajada de les temperaturas, con registros inferiores a los 50 grados bajo cero, dejó a dos progenitores y su cría sepultados por un banquisa impenetrable. Inicialmente los inuit, los habitantes nativos del norte del planeta, pensaron que lo mejor era sacrificar a los animales y aprovechar su carne como tradicionalmente habían hecho pero rápidamente la propaganda estadounidense se puso a trabajar. Un año antes la administración republicana había reducido drásticamente las ayudas sociales, pero ahora no reparaba en gastos para liberar a las ballenas junto una empresa especializada en la explotación de petróleo que dejó contaminadas más de 11.000 hectáreas de tundra ártica gracias a sus actividades extractivas y el trabajo de los inuit a pie de obra para abrir brecha. Al grupo se unieron dos rompehielos soviéticos, siendo paradójicamente la URSS una les principales potencias mundiales en la caza de los grandes cetáceos, de esta forma se creó una inusual coalición de grandes destructores de la naturaleza empeñados en salvar a tres mamíferos marinos para congraciarse con la opinión pública, dentro de un gran circo mediático. Los dos adultos fueron finalmente liberados mientras el ejemplar más joven murió en el intento a causa de una infección. El episodio pasó y el mundo se olvidó de Barrow, el municipio de Alaska donde ocurrió todo, y de la migración de las ballenas. La empresa petrolera, la administración norteamericana y la soviética volvieron a sus quehaceres mundiales. Los esquimales y los ecologistas siguieron con sus luchas en solitario que hoy siguen siendo las mismas frente a la destrucción del planeta.

 En 2014 varias empresas quieren buscar petróleo en el Mediterráneo occidental, en zonas próximas a Ibiza y las islas Columbretes, frente a la costa de Castellón, uno de los santuarios de grandes cetáceos como el rorcual común, el segundo animal más  grande del mundo que puede alcanzar los 20 metros de longitud. Los sondeos prospectivos pueden dañar de manera dramática el ecosistema marino y toda la vida que alberga como denuncian pescadores, científicos y ecologistas, implicando un grave impacto socioeconómico en la zona. Una vez más espurios intereses empresariales se enfrentan a las ballenas, pero ahora ni Reagan y ni Gorbachov están disponibles para salvarlas de ser atrapadas por el petróleo. 

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